INTRODUCCIÓN
“Incluso las saguro podrán volar”...
Ese fué el título que recordó Noraa cuando caminaba sobre la gran estepa del recinto de sus padres. Él era un Sortar de aspecto típico: de complexión delgada, de cabeza mediana y ovalada con un cuerno puntiagudo que sobresalía de su lado derecho, no mayor a 10 cm -mismo que era signo de su espiritualidad y fertilidad-, del cual crecía el único y un hermoso cabello oscuro que poseían. Orejas puntiagudas y no muy prominentes. Ojos negros con fondo blanco, boca estilizada y nariz pequeña. Su piel era de un tono azul vivaz y su textura suave. Sus brazos y piernas eran similares a las de los humanos. Noraa era de personalidad escéptica, pero tenía muchas ansias por volar. Le fascinaba la tecnología y su mayor sueño era visitar todos los puntos de la galaxia conocida. Su pasión por las naves la demostraba en todo momento. Nunca había pensado en lo lejos que su civilización había llegado, hasta ese día; día en el que conoció por primera vez a los Rasgul: una especie de Cromatianos, pero sin cejas. Éstos últimos, a diferencia de los Sortar, eran pequeños. Su piel era muy gruesa y de color arenoso. Sus manos eran grandes al igual que sus pies. Su cabeza grande y con poco pelo. Sus ojos claroscuros, su nariz prominente y su orejas curvadas y pequeñas. Los Rasgul se vanagloriaban de haber sido los creadores de la tecnología ecléctica -esa misma tecnología que los puso a la cabeza de la galaxia, por lo menos, durante un millar de años-. La ecléctica, era una tecnología muy simple: te permite la “comunicación” de un punto del universo, con cualquier otro, de forma instantánea. Claro, la idea es simple más no así su desarrollo, puesto que los rasgules pasaron años haciendo pruebas con diferentes configuraciones tecnológicas, antes de dar con la configuración correcta, la cual incluía el descubrimiento de la ecuación adecuada que fue la clave para el desarrollo y creación de su magnánima tecnología. Crearon varios prototipos tecnológicos: algunos, se dice, tan grandes como un rascacielos humano y otros tan pequeños como una cápsula cromatiana individual. Al final, lograron crear dispositivos tan pequeños que cabían alrededor de su aceñum.
El mito arcaico de que los rasgules “mordían” era sólo eso, un mito. Noraa lo supo desde el primer instante en que conoció a Oilime (u Oili, de cariño), un rasgul de rasgos dantescos y semblante muy jovial. Le tocó como compañero de estudio debido a que los padres de Oili se encontraban en el planeta de Noraa -el planeta Arreit- por cuestiones, primero diplomáticas y después de gusto personal -los padres de Oili se merecen una historia aparte-. Éstos últimos eran personas importantes en su planeta de procedencia, el planeta Etram, debido al cargo político, de alto rango, que allá desenvolvían; eran algo así como esparcidores de la semilla -o, al menos, eso decían-. Oili los amaba mucho y sentía mucho respeto por ellos. Incluso, cada vez que podía, hacía alusión a ellos mostrando el gran respeto y admiración que les tenía. Sin embargo, Oili tenía una mentalidad un tanto independiente y se veía a sí mismo como una especie de Rasgul explorador que no necesita de nadie para entender el universo que le rodeaba. Noraa, por su parte, era muy suspicaz; alegre, pero conservador e inteligente y muy precavido. No tenía confianza en cualquier persona y no creía en todo lo que le decían a la primera -tenía que verificar si la información era correcta, para después aceptarla como válida. Era un especie de minicientífico, se decía-.
Noraa y Oili se encontraron, por primera vez, en el horario de descanso cuando los dos se disponían a encontrar un asiento para comer. Los dos llevaban puesto sus chalecos anti soyar que sus madres les habían comprado, -ya saben, por aquello de los robos de identidad- cosa común en aquellos días. Oili fue el primero en llegar a la mesa y Noraa llegó unos segundos después, sin percatarse de que Oili venía justo del otro lado, para acomodarse en el extremo opuesto del lugar que él ya había visualizado. Lo anterior no le desagradó a Oili, sino todo lo contrario. Él, amablemente, le pidió que le hiciera compañía ya que deseaba charlar con quien fuese, para que lo orientara en la localización de los lugares más indispensables de ese lugar, tales como: los soñab (retretes), los salua (salones), el área de acisif (ejercicios), el adneit (cafetería), etc. Noraa no aceptó de inmediato porque no esperaba encontrarse con Oili en ese preciso momento. Lo había visto sí, al comienzo del día, cuando iniciaban quartz (la clase de aprendizaje del idioma oficial de los rasgules), en la que Oili se mostró, como era de esperarse, como todo un maestro -algo que a Noraa no le agradó demasiado-, pero encontrarlo en el adneit había resultado un hecho, por demás, sorpresivo. Y es que, a Noraa no le desagradaba Oili sino que, él pensaba, era muy probable que ese tal Oili fuera un Rasgul muy “pesado”; que iba a empezar a hablarle en quartz, fanfarroneando todo el tiempo y corrigiendo a Noraa por su mala pronunciación y/o su mala gramática -pero poco a poco se dió cuenta de que Oili no era como él creía-. Cuando Oili accedió a que lo acompañara, Noraa notó en él una expresión muy jovial y amistosa, a tal grado que no se pudo negar a la petición requerida. Más aún, a Noraa le causo mayor sorpresa que el mismo Oili fuera el primero en romper el hielo.
- ¿Cómo te llamas, Sortar?
Sortar era la especie a la que pertenecía Noraa, como ya lo mencioné antes.
-Noraa- contestó Noraa, de inmediato y sin titubeos-.
-Mi nombre es Oili -aseguró Oili- y soy del planeta Etram -continuó-.
-Sí, lo sé -aclaró Noraa-. Te escuché en la presentación que nos dió nuestra artseam (profesora) y además, lo hiciste notar durante toda esa clase cuando no parabas de corregirla -prosiguió Noraa-.
- Pues me agrada que lo hayas notado, yo sólo quería hacerles ver que nuestra augnel (lengua) no es complicada -aclaró este último-.
Y así continuaron su charla, tratando diversos temas del interés de ambos. Los dos estaban fascinados por lo que se contaban entre sí, ya que lo que era novedoso para uno, era algo trivial para el otro. Además, Noraa insistió en que de este chico brotaba una chispa de empatía que lo rodeaba por completo, de la cual era imposible escaparse: igual a la fuerza de atracción de un agujero negro, o al menos así era como él lo veía. Cuestión aparte, a Oili siempre le encantaron los alumnos misteriosos e inteligentes como Noraa y fue por ello que ambos congeniaron tan bien que desde ese día, consintieron ser amigos y no volvieron a separarse ni un sólo instante.
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