martes, 22 de septiembre de 2015

Extrañezas

 Que el querer es el sentir de mis sinsentidos.

  Hay muchos peces en el agua, pero sólo con pocos tienes afinidad.

 Tiene una silueta muy femenina y eso, eso motiva, eso hipnotiza.

 La suerte certera de la propia necedad conjunta y pretendida por la tierra misma de las eternas suturas que a mi corazón rozan. Pálidas voces, eternos soles.

 Colores pasivos
enjambres de sorgo, cielos razos, intranquilos. 
Quebrantantes pesares de inquisitivas pasiones.

 Dones que ostigan y quebrantos marchitos
Poderes no vivos y santos sin rezos.

 Perpetuos y sombríos, pétreos y oblicuos
los polos del destino que luchan y callan a mis verdades y que luchan y callan a mis terquedades.

 Facilismo de cofradías
penetrantes ignominias y apresados malestares que sonríen y gimen por si mismos aturdiendo malestares de eternos goces terrenales.

 Persistentes nubosidades
asqueantes averías que succionan mis talantes y tensan mis debilitantes deseos de obtener más.

 Turbias y solitarias
tiemblan las risas sizeantes de los ríos y mares de juicios que acostumbran alabanzas y desquieren las templanzas. 

 Costumbres milenarias
tiernas y fatuas bisnagas que crecen dentro de nada y se erigen como el polvo de la brisa y de ese que levanta el ruido.

 Vaciedades
influjos cautivos de sombras y solas cenizas de un crudo océano de placer. 

 Corrientes
pero también tempestades que atañen al lúgubre y desvalido temblar de mis labios al morderte.

 Sutilezas
y, asimismo, las verdades a medias surgidas por tu belleza
y cautivantes como siempre el poder de tus caderas.

Promesas
también mórbidas flaquezas, sucedaneas torpezas de indelebles proporciones.

Locuras
estas son las tuyas, las mías y las de nadie.
Son las que nos sostienen y mantienen en el ardid del mundo, un ardid de seres,
un ardid de bienes; un ardid profundo.


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