lunes, 31 de agosto de 2015

La muerte de Juliano Pérez



Por la mañana seguía inchado de pies a cabeza. Las apoplejías longevas de mi cerebro en sí, no me dejaron dormitar en ningún lapso de tiempo. Toda la noche estuve quejándome y sintiendo que de mi pecho se me salía hasta el alma. Era algo más o menos parecido a la vez que estuve a grito tendido pensando en mis mil desgracias.
Recuerdo que tenía la atención puesta sobre mi almohada. No recordaba como es que había llegado a ese punto, sólo recordaba las escuetas caras de mi controvertida mirada. No, no, no, no. Me decía. Eso sí que no, porque una vez que comienza, nunca va a terminar... y disparates así por el estilo. La verdad es que no recuerdo mucho, tan solo me acuerdo que no tenía ningún pesar desde hacía ya unos días. ¡Malaya mi suerte!, pero ¿qué le vamos a hacer?, me decía.
Desde ese día y para siempre ya no volví a confiar en nadie; no volví a dirigirme de frente con ningún matasanos: todos son iguales. Le empiezan por decir a uno que no se preocupe, que todo irá bien y a la mera hora ¡todo se va al carajo!, porque entonces es cuando comienzan a decir cosas que uno ni entiende y no paran de hablar: que si tiene un raro padecimiento que se presenta una vez en un millón, que si tiene de dos sopas, que si no hace una o la otra se va a morir... a mi déjenme aquí en mi casa y en mi cama. No me van a llevar a ningún lado. De todas formas ya estoy más para afuera que para adentro. Yo no les pido nada, sólo que no me molesten ni que me tengan lástima; esa es para los animales, para los perros y las vacas. Yo no necesito su lástima. Ya viví mi vida como yo quise y mi mujer es testigo de eso. No señores, no, soy más viejo que el matasanos ese y si algo he aprendido es que más sabe uno por viejo que por estudiado.
Ya mejor preocúpense por brindarme una santa sepultura; yo no quiero ser una carga para naiden; yo nunca quise terminar de esta forma, pero al parecer el patrón me eligió esta forma para despedirme de todos porque de otra forma no los junto. Les pido también, de favor, que me cuiden a mis animales, que se ocupen de mis chivitos: no me los vayan a dejar solitos. Me los llevan a pastar, junto con mis vaquitas. ¡Ay de mis vaquitas!, ahora ¿quién me las va a ordeñar? Pobrecitos de mis caballos, o'ra ¿quén me los va a ensillar? Soy muy viejo, vieja: ¡ya no llores! que te van a ver tus nietos y tus hijos. Yo ya estoy muy viejo y mi tiempo ya se acabó. Mi tiempo ya estaba contado pero, el tuyo, todavía no. Ay te encargo a mi chonita, mi tierna y dulce niñita. Búscale un marido pa' pronto porque ya se le esta pasando el tiempo del casamiento. Ya tiene dieciseis años, ya sirve pa'l casamiento. No me la dejes sola, vé y búscale a un huerco. Alguien como el Justino, que sabe lo que es bueno, que sabe manejar el campo y que sabe de matar puercos, que sabe lo que es chambear, tupirle a quebrarse el lomo, no como ese, tu Roberto, que se la pasó estudie y estudie y que lo trajeron los malos vientos, nomás pa' decirme que tengo una enfermedad sin cura y pa' darme harto medicamento. No vieja, no, yo ya no tengo remedio. Me siento como el santo padre, sin fuerzas, ya sin aliento, de tanto cargar mi cruz; de tanto aguantar los golpes que me dieron los malos tiempos. No mujer, ya no; no te des falsas esperanzas porque es malo ser tan bueno. Déjalo a ojos de Dios y déjame morir sin frenos; que diosito sabe por qué me quiere, que diosito sabe por qué me muero...


Crónica de una muerte agonizante : La muerte de Juliano Pérez.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Me gustaría recibir sus comentarios para ir mejorando mi trabajo. Gracias.

Donación. Gracias por apoyar