Apenas lo supe y no lo creí. Pensé que era algo tan bueno como un vaso de tequila en los momentos poco agraciados. Me sentí un poco abrumado al principio, pero después me encantó la idea. Y es que cómo no iba a sentirme complacido si eso ocurre pocas veces: el sentimiento apremia y los atributos son, a veces, turbios.
En fin, lo tomé y me dispuse a saborearlo. Primero lo toque para ver si era real. Después lo probé para saborear el momento... y sentir la plenitud del instante. Enseguida comenzé por pediirle a Dios que aquello durará más tiempo. Así como cuando estas sentado en medio de la cocina sin hacer absolutamente nada. Creí que la relatividad del instante mismo me daría la razón para creer que el tiempo era más lento; que se detenía al pasar o que pasaba detenidamente. Lo cierto es que mis sentidos fallaban y mi vista, por ejemplo, era borrosa; y veía como si una espesa niebla llenara el espacio. No quiero decir con ello que por más que quisiera las cosas no podían cambiar. La verdad es que disfrutaba que todo se diera de esa forma y me alegraba de poder vivirlo así: tan libre y tan ... mío. Era mi momento y nadie podría quitármelo.
Por ello es que creo que la vida no da vueltas sin sentido sino que nosotros queremos darle sentido a lo que sólo es necesario disfrutar. No me arrepiento, aunque tampoco me enorgullezco. En el pasar diario de nuestro corto andar es que debemos agradecernos de ser nosotros mismos y ser lo que queremos conocer.
La pereza mental de siempre es la que nos atiende bastante seguido si no hacemos caso a nuestro incociente. Debemos pertencer al aquí y al ahora y no servirnos de visiones tanto futuristas como pasadistas. El ser es eterno y la escencia también. No podemos ignorarnos ni ignorar cuando somos ignorados. Hay que darle sentido a nuestros sentidos y conocernos a nosotros mismos preguntándonos qué es lo que queremos. El himno mismo de la soltura no son más que nuestras alegrías y desventuras sopesadas por los instantes dignos de ser admirados. No nos quejemos más. Somos lo que somos porque así lo hemos querido y seguiremos siendo lo mismo hasta no cambiar de camino.
No siento la vida como una carga ni como una pena, mas bien, la siento como la brisa exquisita que siente el ave cuando vuela o como la vasta agua que a un pez llena. No quiero saber lo que los demás. Es más, no quiero ser como los demás. Quiero seguir por la vida disfrutando de todo aquello que me hacen sentir humano. Quiero querer que el mundo quiera que lo que mejor quiera. Quiero saber lo que nunca me han dicho que sepa.
Soy lo que soy y creo que lo seguiré siendo, so pena de muerte. En fin. Terminé de saborear el instante y me desperté para seguir con el placer de un nuevo día.